Las obras seleccionadas para esta exposición presentan figuras humanas, algunas con nombre y apellido, otras en busca de ello y aquellas que pueden identificarse desde una memoria histórica visual. Todas ellas pertenecen a uno de los motivos más antiguos de representación en la historia de las artes plásticas de la civilización occidental: el retrato. Tratándose de pintura, el retrato refiere a representar la apariencia visual de un sujeto en un soporte plano siguiendo ciertas convenciones formales para ejecutar dicha representación.
El retrato como género pictórico se define en el siglo XV y hasta el siglo XIX mantiene algunas constantes que lo identifican; semejanza con el retratado, técnicas pictóricas que persiguen esa semejanza, normas de composición para la disposición espacial de la figura y su construcción plástica. Los retratos de Lima se ajustan a esta definición; utilizó un lenguaje convencional y preciso, dispuso manchas, trazos y colores sobre el lienzo o la tabla construyendo una figura y un fondo, componiendo un espacio con visos de tridimensionalidad.
(...) En una entrevista que le realizaron en 1989, Lima define su concepto de semejanza con estas palabras : “Para mí, la figuración supone la traducción de un idioma, la realidad, que está ahí, frente a mí. La traducción de esa realidad a la realidad de mi pintura, es decir la traducción de un idioma a otro idioma.” (Lima, 1989). Composición, color, trazo, materia, fueron una preocupación técnica constante en el artista. Pintar desde la intelección abstracta apropiándose del lenguaje pictórico. Pintar desde la acción concreta preparando el lienzo, la tabla, el pigmento, el pincel. Pintar desde su experticia de artesano en otras prácticas como la carpintería o la cerámica. Pero, cuando pintó estos retratos, Lima, hizo algo más que presentar una figuración objetiva de la realidad, un algo más al que él mismo se refiere cuando habla de los “imponderables” (Mastromatteo, 2014, pág. 51)
No hay comentarios:
Publicar un comentario